Las Emociones Básicas
Extracto del Libro: "Bioneuroemoción" - Autor: Enric Corbera Institute.
Las emociones se expresan a través del cuerpo. Estas expresiones no son determinadas culturalmente; más bien son universales. Por consiguiente, tienen un origen biológico, tal y como planteaba la hipótesis de Charles Darwin.
A partir de investigaciones transculturales en individuos de una tribu de Papúa Nueva Guinea, Paul Ekman explica que los miembros de una cultura aislada que vive como en la Edad de Piedra son capaces de identificar con un alto grado de fiabilidad las expresiones emocionales al observar las fotografías tomadas a personas de culturas con las que ellos no han estado familiarizados. A continuación, vamos a profundizar en la función que desempeña cada una de las cinco emociones básicas principales: miedo, ira, asco, tristeza y alegría.
EL MIEDO
El miedo facilita la respuesta de huida ante diferentes peligros. Además, en función de las circunstancias, puede desencadenar una respuesta de inmovilidad en un contexto en el que pasar inadvertido resulta una
opción más eficiente para sobrevivir.
El miedo resulta dañino si se extiende en el tiempo más de lo necesario. Una cebra, por ejemplo, siente miedo al ver al león acercarse, pero no volverá a generar esa emoción una vez que haya pasado el peligro real y esté con la manada o alimentándose. El ser humano, en cambio, tiene la capacidad de revivir el miedo sin necesidad de estar en contacto directo con el peligro real. El miedo, en este caso, puede actuar como una señal que nos permite estar en alerta o prepararnos ante posibles dificultades futuras. Pero lo que ocurre habitualmente es que, cuando llega el peligro, no suele ser tan grave como lo imaginábamos o, simplemente, es distinto. Por lo tanto, todas las posibles estrategias que habíamos preparado finalmente no son de utilidad.
LA IRA
La ira aumenta el flujo sanguíneo en las manos para facilitar la acción de empuñar un arma o golpear al enemigo; el aumento del ritmo cardíaco y de la segregación hormonal como la adrenalina genera la cantidad de energía necesaria para acometer acciones vigorosas. El marcaje de territorio, la firme expresión de una opinión o la persecución de un objetivo pueden llevar implícita una energía relacionada con la ira.
Esta es una emoción generalmente reprimida por la cultura y se relaciona con una involución del ser humano. Sin embargo, no deja de ser una emoción básica, un elemento del instinto animal que todavía forma parte de nosotros. Como todas las emociones, es importante no juzgarla y permitir que fluya con naturalidad. Cualquier expresión emocional es adecuada en el contexto que corresponde. Como dijo Aristóteles: «Enfadarse es muy sencillo, pero no lo es tanto hacerlo con la persona adecuada, en el grado exacto, en el momento oportuno, con el propósito justo y del modo correcto».
El ASCO
El asco provoca una reacción de rechazo ante alimentos en mal estado u olores dañinos para el organismo. Según Darwin, la nariz se arruga en un intento de impedir la inhalación de la sustancia tóxica. Por otra parte, sacar la lengua parece una acción que favorece la expulsión de alimentos (Darwin, 1872). También anclamos sensaciones de asco cuando alguien o algo «peligroso» se acerca y queremos recordar que es mejor estar alejados de esa persona o ese ambiente. En el momento en que estemos cerca de ese estímulo, se desencadenará una respuesta fisiológica que nos alertará del peligro y nos llevará a pasar a la acción.
LA TRISTEZA
La tristeza producida por la muerte de un ser querido, por ejemplo, conllevaba en los humanos prehistóricos una pérdida de energía que invitaba al refugio en el propio hábitat con los demás miembros del grupo, ya que solía ser el sitio más seguro para la supervivencia. Además, la tristeza evocada deriva de la insistencia en el error cometido, presumiblemente como estímulo para no repetirlo.
La tristeza nos hace «humanos» ya que, si no sufriéramos por la pérdida de un ser querido, como por ejemplo un hijo, lo dejaríamos sin vigilancia ante los peligros del entorno, lo que dificultaría la supervivencia de la especie.
LA ALEGRIA
La alegría asume una función de recompensa ante situaciones exitosas con el objetivo de repetir dichas acciones ventajosas en el futuro. El efecto positivo influye también sobre diferentes aspectos de nuestra conducta social pues nos hace más generosos e incrementa la inclinación a prestar ayuda y a asumir responsabilidades. La alegría nos hace sentir más abiertos a la relación con otros y esto contribuye a crear nuevos lazos sociales y a estrechar los ya existentes. Tanto el apoyo social como los vínculos de amistad constituyen mecanismos altamente adaptativos.”
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Andrea Kaimas
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